Durante las tres primeras décadas del siglo XX, mientras la electricidad se imponía en la iluminación, el gas demostró ser el mejor proveedor de energía calórica y calefacción para uso en la industria y, especialmente, en el hogar.
A partir de 1910 la "Compañía de Consumidores de Gas de Santiago" importó y comercializó toda clase de artefactos a gas: cocinas, estufas, planchas, calentadores de agua para baños y anafes. Estos equipos eran ofrecidos con atractivas facilidades de pago para sus clientes e incluso se organizó una sección encargada de atender a los consumidores, con operarios que visitaban las casas y se encargaban de proyectar y presupuestar las instalaciones, limpiar las cañerías, reparar los artefactos y enseñar a los clientes a manejarlos de manera correcta y eficiente.
Gracias a esta política sistemática de promoción y buen servicio, el consumo doméstico de gas reemplazó con creces el mercado del alumbrado público y a finales de los años 20 se había convertido en el principal negocio de la empresa.
La incorporación del gas en casas e industrias obligó a la compañía a construir una nueva fábrica, ya que la capacidad de producción de la de San Miguel estaba copada.
La Fábrica San Borja comenzó a producir gas en 1910, por medio de una primera planta de retortas inclinadas. El gasómetro N° 1, inaugurado en ese momento, tenía capacidad para 23.000 m3. En 1927 se inauguró una segunda sección, equipada con la más moderna tecnología disponible en esa época, que incluyó una “casa” de retortas verticales y otro gasómetro de 30.000 m3.
Durante la década de 1930 se agregaron nuevas secciones de retortas verticales y un tercer gasómetro inaugurado en 1938.
En 1942 comenzó a funcionar en la fábrica una planta de gas de coke. La renovación tecnológica se completó con la puesta en marcha de la primera planta de cracking catalítico, la “Onia Gegi”, en 1966. Desde entonces el carbón fue progresivamente reemplazado por la nafta como materia prima para producir gas.
En 1980 entró en funcionamiento en San Borja una segunda planta de cracking catalítico de nafta. Al año siguiente la planta de carbón, que entre 1976 y 1979 se utilizó solo en los períodos de máxima demanda, fue paralizada definitivamente.
La campaña más importante para incentivar el consumo doméstico fue la introducción de la cocina a gas. Para ello, la compañía no sólo importaba y vendía modelos que desde 1916 incluían cocinas fabricadas en Chile, sino que también publicó folletos que destacaban sus ventajas frente al fogón o la cocina a leña y enfatizaban su mayor economía respecto a la cocina eléctrica.
De este modo, a partir de 1920 se intensificó el uso de la publicidad, herramienta novedosa para la época, para difundir cocinas, calentadores de baño y estufas, a través de avisos en diarios y revistas que destacaban sus múltiples ventajas, promocionando la calefacción, el agua caliente y la cocina a gas como parte de las comodidades de un hogar “moderno”. La cocina a gas -económica, limpia y rápida- era ofrecida como "la joya de la casa" y los calentadores de agua como "la alegría de los baños".
El público asociaba a la empresa con seguridad, economía y buen servicio. Así fue como estos aparatos, que en conjunto hacían más agradable la vida cotidiana, se instalaron hasta el día de hoy en las casas de los santiaguinos.
Ya que un eventual reparo para podía ser el alto precio del combustible, la compañía organizó a partir del año 1923 clases de Economía Doméstica en las que, junto con practicar diversas recetas, se enseñaba a las usuarias el correcto uso de los diversos modelos de cocinas que la compañía ofrecía. Estos cursos gratuitos se realizaban en las oficinas de calle Santo Domingo y tuvieron una gran acogida entre el público femenino, contribuyendo a popularizar la cocina a gas.
La gran demanda por asistir a estos cursos obligó a organizarlos en dos secciones: una para las “señoras y señoritas” y otra para las empleadas de casas particulares. Estas clases dejaron de dictarse en 1940.
En 1920, debido al crecimiento demográfico y urbano de Santiago sobre todo hacia la zona oriente, la compañía inició la construcción de un anillo de cañerías de alta presión para abastecer a los nuevos barrios residenciales de Providencia y Ñuñoa.
A partir de la década de 1930 la expansión de la ciudad adquiere un ritmo acelerado. Entre ese año y 1952 el área urbana se duplica y la población aumenta de 696.000 a 1.353.000 habitantes.
La demanda de energía que generó esta expansión obligó a la "Compañía de Consumidores de Gas de Santiago" a reforzar y ampliar su red de distribución: en 1950 la red llega a 900 km. En cuanto a clientes, estos aumentaron de 5.757 en 1887, a casi 25.000 en 1930 y 70.000 en 1950.
A partir de mediados de esa década, como consecuencia de la aparición del gas licuado, el ritmo de crecimiento de la red de gas refinado se redujo. Sin embargo, en 1970 el número de clientes bordeaba los 95.000 y para 1988 la red tenía una longitud de 1.139 km.
En 1964 el gas de cañería o gas corriente empieza a ser denominado "gas de cañería refinado" o simplemente "gas refinado", para enfatizar que, a pesar de ser producido en base a carbón, pasaba por diversos procesos de purificación, que le permitían alcanzar una calidad similar a la del gas distribuido en las principales ciudades europeas. Este término también hacía alusión a que en esos años se comenzó a producir gas por medio de la planta de cracking que utilizaba como materia prima hidrocarburos derivados del petróleo.
A partir de 1982, cuando la compañía comienza a aprovechar el biogás proveniente de los rellenos sanitarios como materia prima complementaria, se adopta definitivamente el término "gas de ciudad", que es el nombre usado internacionalmente, para referirse al combustible distribuido en Santiago a través de la red.